LA PUERTA CERRADA
En el abismo profundo de mi corazón,
en el eco infinito de mi alma,
en el invencible pesar de los recuerdos,
en el eterno malestar del pasado,
aquí en el corredor de mi vida,
todas las puertas cerradas.
Un vástago de luz remitente,
en el espacio miserable
que deja el borde de la puerta que no toca el piso,
todas las puertas están cerradas, sin importar cuánta luz brilló.
No hay quien abra alguna por decencia, ni por pesar, ni por engaño,
ni por amor, ni por odio, todas las puertas están cerradas.
Y el corredor es muy corto ahora,
pero han sido tantas puertas
en las que ahora ya no entro ni en recuerdos.
Donde me conocen, pero ya no importo,
donde fui, y no vale nada lo que soy ahora (lo que eres).
Este presente de puertas tan siniestras,
de puertas tan opacas,
de pocas puertas, de puertas desmigajadas,
que tocándolas no se abren,
que tumbándolas no se gana,
y ni con la llave correcta se entra.
¿A dónde quedó la luz?
¿O eran mis ojos los engañados,
que no quisieron ver la oscuridad en los rincones,
ni detrás de los ojos, ni detrás de las puertas?
¿Será que ahora veo la realidad?
¿O soy yo quien la dibuja así?
Será que es mi puerta la que está cerrada, ¿será?
